domingo, 10 de mayo de 2009

REPORTAJE: CARMEN, UN HOMENAJE A LA MUJER


Sara Baras resucita al personaje de Mérimée y lo adapta a nuestro tiempo





Luis Ortega y Sara Baras/Saba Danza




El rasgueo de una guitarra desde la más profunda oscuridad y, luego, una voz aterciopelada flota en el aire y corta la respiración de los presentes, embelesados ante el espectáculo ofrecido por un cuerpo de baile en negro y rojo. La "Carmen" de Sara Baras llega a Madrid pisando fuerte y a dos meses de su estreno sigue llenando el auditorio.
El mito de "Carmen" nació en la pluma de Prosper Mérimée y alcanzó fama mundial gracias a la opéra-comique compuesta en 1875 por Geor-ges Bizet, que, paradójicamente, obtuvo en su estreno un fracaso estrepitoso.
Años más tarde, se convirtió en el melodrama francés más aclamado y más veces representado a nivel internacional.
"Carmen" ha sido llevada al cine en numerosas ocasiones y, en España cuenta con un fabuloso precedente en la danza, la recreación realizada por Antonio Gades.
La readaptación de Sara Baras recupera el mito y concede nuevos aires a esta historia. Su versión fue estrenada en El Liceu de Barcelona y, a consecuencia de su éxito, re-presentada en el Teâtre de los Champés-Elysées de París. Ahora viaja por España y los madrileños podrán disfrutar hasta el 31 de mayo de este espectáculo en el Teatro Lope de Vega de Madrid.
Tres mujeres y el amor
Es la tercera vez que Sara Ba-ras representa a una gran mujer y protagoniza una auténtica historia de amor. En 2000 se convirtió en Juana I de Castilla, apasionada e intensa; en 2002 en María Pineda, luchadora y generosa; y, ahora, en Carmen, libre, fuerte y única.
Sara Baras parece perseguir el concepto creado por Richard Wagner de "obra total". La renombrada bailarina gaditana ha dirigido tanto las coreo-grafías como la escenografía y parte del vestuario de este espectáculo, en el que el amor y la muerte, la pasión y el desengaño se visten de rojo y negro, y se reinventa la bata de cola.
La luz, empleada de modo escenográfico, es la protago-nista absoluta en algunos pases: puertas que se abren y se cierran, permitiendo ver a unas personas y ocultando a otras, telones de guillotina que hacen que el espectador se re-cree en excelentes zapateados, o proyecciones sobre el suelo se combinan con las sucesivas imágenes de las pantallas si-tuadas al fondo de escena.
Sara Baras convierte el escenario en un tablao flamenco -cuatro guitarristas, tres cantaores, dos violines y un percusionista acompañan durante la obra a los bailari-nes- o en una plaza de toros sillas colocadas en círculo-.
En definitiva, pintura, escultura, arquitectura y música se dan la mano en un proverbial espectáculo.
La historia se estructura en tres actos y dieciocho cuadros, se-parados por cortes oscuros, en los que se hace todo un alarde de del buen flamenco.
El argumento transcurre en principio lentamente, en mo-vimientos contenidos y de gran dificultad técnica, y va adquiriendo fuerza en escenas llenas de garra y dominio gracias a un cuerpo de baile pulcro y con un control magistral de los movimientos.
Caben destacar los proverbiales braceos de la habanera de Sara Baras, cuando el amor es dulce, y el zapateado enérgico de la alegría. También fue sin lugar a dudas sobresaliente la fa-rruca de Luis Ortega y el paso por tangos de José Serrano.

La danza vence al drama


A este soberbio espectáculo sólo le cabe un pero, y es la fa-lta de definición de los personajes masculinos. El conocedor de la historia intentará encontrar fallidamente los rasgos de los protagonistas de la novela de Mérimée y el ajeno a la obra original lo único que tendrá verdaderamente claro es que el argumento principal trata de una mujer con el corazón dividido entre dos hombres, uno de los cuales es un torero. Una "abstración poética" que quizás descentre al auditorio, ya que la danza vence, sin lugar a dudas, al drama, y rompe el equilibrio que se parece perseguir en principio esta obra.
En contraposición, el perso-naje de Carmen sí queda claro para el espectador. Acompañada por Luis Ortega, "Don José", y José Serrano, "Escamillo", Sara Baras encarna al personaje de la cigarrera decimonónica, pero lo moderniza y
lo adapta a nuestro tiempo.

Carmen es una mujer de hoy, que contra todo pronóstico vive la vida que sueña y que no se deja arrastrar por este-reotipos. Carmen es de carne y hueso, rompe moldes y se libera del yugo de las convenciones gracias a la danza.
Como demuestran las fotografías de mujeres toda raza y condición que aparecen al fondo de escena en el desenlace de la historia, Carmen es un homenaje a todas y cada una de las mujeres de nuestro tiempo, que han luchado contra corriente para hacerse res-petar y alcanzar el lugar que les corresponde en la sociedad, aunque aún quede mucho camino por recorrer.
Carmen, o Sara Baras, como quieran llamarla, tiene duende. Y así lo demuestra su fiel público, que se pone en pie para homenajear a la artista, y que rompe el protocolo en mitad de un cuadro. Un espectáculo de flamenco de altura que nadie debería perder.

Sara Cañizal Sardón

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